¿Todo el que dirige desde una organización es líder?

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Por María Caridad Delgado Argüelles*

El tema del liderazgo ha sido impartido en varios escenarios, donde se fundaron diversas respuestas en los auditorios: no todos tienen la preparación necesaria, respondían unos; nacen con esa “gracia”, significaban otros. De igual manera se generan debates en torno a debilidades que hoy persisten en el ejercicio de la dirección que evidentemente afecta el liderazgo, pues en ocasiones no se evitan las demoras, existen aún exceso de burocracia, incapacidad de admitir equivocaciones; así como valoraciones erróneas de la propia urgencia entre otras.

Lo cierto es que el liderazgo es aquella capacidad que tiene una persona para influir, organizar y motivar a otras personas. Estas acciones las llevará a cabo para involucrar a otros individuos (como podrían ser los trabajadores de una empresa) y así conseguir unos determinados objetivos en común.

El liderazgo motiva e inspira, tiene autoridad moral, busca el consenso, promueve el cambio, se relaciona con las personas. Mientras que la dirección controla y resuelve problemas, se apoya en el control, su autoridad es formal, ordena, manda, acepta lo establecido, se relaciona con personas según su rol.

El dirigente debe ser modelo por su capacidad educadora, debe saber utilizar el trabajo político e ideológico como herramienta en la gestión administrativa, ser portador de lo nuevo, ser preventivo y creativo, tener tacto psicológico para tratar a cada cual y a cada problemática, saber intuir y prever, hábil en la toma de decisiones, creativo, capaz de propiciar un clima favorable, facilitador de la acción conjunta.

Según la Real Academia Española, un jefe es “El superior o cabeza de una corporación, partido u oficio”; mientras que un líder es definido como “Persona que dirige o conduce un partido político, un grupo social u otra colectividad”.

Hay individuos que desde que nacen poseen una “estrella” que los hace distintos. Algunos cuando nacen, ya tienen esas aptitudes que conllevan a tener talentos innatos que los caracterizan y de saber explotarlo y encaminarlo pueden ser exitosos en el campo elegido; es decir, hay personas que desde que surgen ya tienen esa predisposición a ser líderes. Desde sus genes, tienen la capacidad de comunicarse, interactuar, persuadir, entre otras características de liderazgo.

Pudiéramos interrogar, ¿el líder nace? Pues, la respuesta es: “No necesariamente”. El líder no nace, se hace. El líder también puede desarrollarse.

El liderazgo es algo susceptible de ser aprendido, una condición que puede ser alcanzada.

(*) Directora de la Escuela Municipal del PCC de Aguada.

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5 de Septiembre

El periódico de Cienfuegos. Fundado en 1980 y en la red desde Junio de 1998.

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