Había una vez un “cable inglés”… en Cienfuegos
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En abril de 2025, cuando la Perla del Sur celebra su aniversario 206, se cumplen también 150 años de un hito tecnológico que transformó gradualmente la vida de los cienfuegueros: la conexión definitiva del cable telegráfico submarino que integró tempranamente a la Perla del Sur en la primera red global de telecomunicaciones. Este acontecimiento, aparentemente lejano en la era de los teléfonos inteligentes y la hiperconectividad, amplió el camino ya abierto a la modernidad, pero no solo nos puso en contacto con sus bondades, también nos acercó a sus contradicciones, descalabros y desafíos. La huella de aquel “abuelo de internet” que durante un siglo (1875-1975) mantuvo a Cienfuegos conectada con el mundo merece entonces ser revisitada, examinada y valorada como parte fundamental de nuestra herencia cultural.
En el siglo XIX, cuando el capitalismo industrial avanzaba hacia su fase imperialista, las telecomunicaciones emergieron como un pilar fundamental para conectar mercados y consolidar las relaciones económicas y sociales de los centros metropolitanos con las periferias coloniales. En un mundo donde las distancias se medían en semanas y meses, la posibilidad de transmitir mensajes en cuestión de minutos era toda una revolución. En este contexto, Cuba, por su posición estratégica en el Caribe, se convirtió en un nodo clave para la expansión de los cables telegráficos submarinos. La llegada de esta tecnología a la isla marcó un antes y un después en su integración al mundo moderno, que no estuvo exenta de tensiones políticas ni de pugnas entre potencias emergentes como Estados Unidos e imperios decadentes como el español.

La isla se integró precozmente al complejo telegráfico internacional desde septiembre de 1867, con la puesta en marcha del cable submarino Florida-Cayo Hueso-La Habana. Para el gobierno colonial español, esto representaba un dilema: por un lado, necesitaba conectar la isla con la Península Ibérica y Europa; por otro, temía el “apetito anexionista” estadounidense al permitir que sus mensajes transitaran por líneas anglosajonas. Era eso o renunciar a los tentadores beneficios que este heraldo de la modernidad podía reportar[1].
La entrada en escena de empresas cableras como la estadounidense International Ocean Telegraph Company y la británica Cuba Submarine Telegraph Co. transformó el panorama tecnológico de Cuba. La intención de estas compañías para expandirse por el Caribe y Suramérica, abrió la posibilidad en 1870 para tender nuevos cables al sur de la Isla.
La favorable situación geográfica de la región cienfueguera y su rápido apogeo productivo y comercial la convirtieron en candidata idónea para aprovechar directamente los beneficios del cable que pondría los mercados internacionales “al alcance de la mano” de la poderosa burguesía azucarera y comercial de la región. En 1870, la recién fundada Cuba Submarine Telegraph con capital anglo-estadounidense, obtuvo una concesión española para operar durante 40 años. Su misión era conectar La Habana con Santiago de Cuba a través de Batabanó y Cienfuegos.
La operación de tendido inicial entre estos puntos se desarrolló entre agosto y septiembre de 1870. El experimentado ingeniero británico Sir Charles Tilston Bright dirigió la compleja maniobra que enfrentó obstáculos tanto naturales y técnicos, como legales y políticos para poder materializarse. Los vapores cableros Suffolk y Dacia debieron abrirse paso en parajes tortuosos entre arrecifes coralinos e islotes rocosos a lo largo de unas 45 millas, con temperaturas del agua mayores a las calculadas que ocasionaron fallas en el aislamiento del cable. Aunque el amarre de este en un punto aledaño al faro de Villanueva quedó establecido, el curso de la guerra en la Isla, la inestabilidad política en la Península y las pugnas burocráticas, dilataron por un lustro la puesta en marcha de la estación telegráfica en Cienfuegos, que finalmente comenzó sus operaciones el 26 de abril de 1875.
Desde la estación colindante con el faro de Villanueva, situada en Punta los Colorados, la instalación telegráfica continuaba por tierra hasta el lugar conocido como Sitio Terry en la Bahía de Jagua. A partir de ahí, continuaba el cable sumergido hasta la estación intermedia ubicada en la Ensenada de las Calabazas, donde se empalmaba a la red que por vía aérea llegaba a la estación-oficina del cable. Esta última estuvo inicialmente en la Plaza de Armas, pero hacia la década de 1890 se trasladó a la intersección de las calles Santa Clara y Santa Isabel, donde permanecería hasta el fin de sus operaciones[2].
La plantilla del personal en territorio cienfueguero, fue bien reducida al menos durante los primeros años de operaciones, con los roles técnicos reservados únicamente a personal británico. La oficina-estación contaba con un jefe y al menos dos cablegrafistas que pudo ampliarse en la medida en que se incrementaba el tráfico hacia y desde Cienfuegos. El resto de la nómina asociada a la oficina se completaba con personal cubano o español, pues se trataba de funciones que no implicaban una alta calificación: personal para mensajes, limpieza y otras ocupaciones menores, probablemente desempeñado por la misma persona.
La infraestructura se completaría en la década de 1880 con una casa-almacén destinada a acopiar varias millas de cable concebidos como repuesto. El inmueble contaría a partir de 1892 con un muelle y otros dispositivos complementarios para que los barcos cableros pudieran atracar. Estas instalaciones se asentaron en la barriada de Reina y allí permanecieron hasta 1975, cuando la compañía concluyó sus operaciones en Cuba.
El ingeniero de la compañía no radicaba en el territorio, pero constituía una pieza clave dentro del sistema, pues tenía la tarea de supervisar las líneas y la responsabilidad en el rápido restablecimiento de estas en caso de roturas. Estrechamente vinculados al trabajo del ingeniero, se encontraban los hombres encargados, una vez establecida la casa-almacén, de custodiar y mantener en buenas condiciones el cable de repuesto. La familia Yañez, que aún habita en Reina, tiene frescas en la memoria las historias de dos, o quizás tres generaciones de sus miembros que ya durante el siglo XX trabajaron como guarda-líneas del “cable inglés” en Cienfuegos[3].

Como se trataba de una nueva tecnología con una inversión inicial costosa, las tarifas establecidas inicialmente para la explotación comercial del cable eran prohibitivas para la época: $2.50 pesos oro por las primeras diez palabras y luego $0.25 por cada palabra adicional. En el caso de Cienfuegos, los litigios entre el gobierno colonial y la compañía añadieron una sobretasa equivalente a dos pesetas españolas por cada 20 palabras, encareciendo aún más los precios.
Las altas tarifas también fueron objeto de sátira. Un ingenioso chiste publicado en 1883 decía: “Desde Barcelona le preguntaron por el cable a un amigo mío residente en esta Isla que, si había muerto un pariente que estaba enfermo y mi amigo contestó con un sí redondo, por cuya sílaba le cobraron once pesos oro. Y quieren los enamorados que las damas les den el sí gratis ¡Qué bobos!” [4]
Como debe suponerse, los beneficios por la utilización de los servicios del “cable inglés”, estuvieron por un buen tiempo solo al alcance de la élite económica cienfueguera y de los funcionarios del aparato político-administrativo colonial. En el caso de estos últimos, el envío de sus mensajes era obligatorio para la compañía y gozaban de prioridad frente a los telegramas particulares; pagando además solo la mitad del precio de estos[5].A pesar de los elevados costos, el negocio resultaba rentable gracias a la intensa actividad económica y comercial de la plaza. La estación de Cienfuegos se convirtió en un punto estratégico para la expansión de la red. En 1895, apenas reiniciada la Guerra de Independencia, la Cuba Submarine recibió la concesión para tender nuevos cables hacia Casilda, Tunas de Zaza, Júcaro, Santa Cruz del Sur y Manzanillo, utilizando a Cienfuegos como base de operaciones.
Sin embargo, las transformaciones sociales generadas durante la etapa de esplendor del cable telegráfico submarino (1875-1930), pronto fueron multidimensionales y como pudo constatarse, a menudo trascendieron el marco regional perlasureño. Este sistema tecnológico impactó con fuerza la subjetividad ciudadana al alterar la conexión espacio-tiempo que en la época se experimentaba. Una de las muestras más evidentes fue la conexión cable- prensa que permitió reflejar las noticias internacionales sobre cualquiera de los ámbitos de la realidad con una velocidad inusitada. La existencia de agencias cablegráficas de prensa, dedicadas a vender despachos noticiosos permitió que periódicos locales como El Heraldo de Cienfuegos, El Diario de Cienfuegos o El Comercio, divulgaran noticias ocurridas apenas el día anterior. Con ello, el ritmo adquirido por la región y en particular su urbe principal comenzó a asemejarse mucho más al espíritu cosmopolita reinante en las modernas ciudades europeas y estadounidenses.
En el marco de las guerras por la independencia y aun en el de la intervención estadounidense en la última de ellas, los cables cumplieron una importancia función en la información o desinformación sobre los acontecimientos. Particularmente en la escalada que condujo a la guerra hispano-estadounidense, superpuesta sobre el conflicto hispano-cubano después de la explosión del acorazado Maine, las comunicaciones telegráficas internacionales contribuyeron decisivamente a generar matrices de opinión tanto en España como en Estados Unidos, favorables al desencadenamiento del conflicto.
El “cable inglés” constituyó asimismo una herramienta clave para el desarrollo de la actividad comercial y bursátil a partir del último tercio del siglo XIX e insertó a los hombres de negocios de la región en un contexto donde la información misma, cada vez más abundante y compleja, era vital para el éxito de las transacciones ejecutadas. En la nueva época el control de la información, se convirtió en una condición clave para el control de la producción y los mercados. Esa y no otra fue la verdadera misión de los cables telegráficos submarinos, más allá del cobro de tarifas por la transmisión de mensajes: el monopolio de la información como condición para afianzarse en el ejercicio del poder. Los beneficiarios principales se encontraban en varios niveles: los comerciantes banqueros perlasureños, la cúpula político militar española, el gobierno estadounidense y los grupos financieros internacionales.
En el orden político-militar el cable inglés viabilizó extraordinariamente la comunicación entre los distintos escalones del aparato colonial hispánico. En lo que a la jurisdicción cienfueguera concierne, el cable submarino viabilizó la transmisión de reales decretos, órdenes militares y comunicaciones oficiales dirigidas a las autoridades regionales. La rapidez y eficacia del servicio cablegráfico lo convirtieron en un instrumento vital para las cuestiones burocráticas y tareas de orden político y jurídico. Así que no sorprende que en el marco de la intervención estadounidense en 1898 el mando yanqui haya decidido el 11 de mayo del propio año cortar el cable enlazado a Cienfuegos. Aunque la acción afectó sensiblemente las líneas españolas no interrumpió totalmente la comunicación con el alto mando en Madrid pues para entonces ya existían vías alternativas para enviar y recibir órdenes e información.

La cultura popular y la científica también recibieron el influjo de las comunicaciones cablegráficas. En el ámbito de la primera aparecieron numerosas obras teatrales, literarias y hasta musicales que aludían a la existencia del cable y a la confianza en la ciencia y el progreso que solían asociarse en una misma idea. Por otra parte, la existencia de esta tecnología permitió que Cienfuegos se integrara a partir de 1887 a la primera red de vigilancia meteorológica que existió, al menos en el hemisferio occidental, desde el observatorio meteorológico y astronómico existente en el colegio Jesuita de “Nuestra Señora de Montserrat” que tributó a la formación científica de muchos jóvenes cienfuegueros durante las primeras décadas del siglo XX[6]
Una valoración a “vuelo de pájaro” sobre el legado del cable telegráfico submarino, cuando se cumplen 150 años de su enlace a costas cienfuegueras nos permite comprenderlo como un enlace directo a las bondades, pero también a los lastres de la modernidad madura. Sin embargo, tanto los beneficios como las amenazas derivadas de semejante conexión contribuyeron a convertirnos en lo que somos hoy: una ciudad y una región caribeña y cubana, orgullosa de su gente y de su historia.
[1] Rodríguez Orrego, V. E. (2022, abril 3). Un abuelo de Internet en Cienfuegos (I). 5 septiembre Diario Digital de Cienfuegos. http://www.5septiembre.cu/un-abuelo-de-internet-en-cienfuegos-i/
[2]Rodríguez Orrego, V. E., & Padrón Acosta, J. L. (2019). El cable telegráfico submarino y sus nexos con la sociedad regional cienfueguera (1870-1898). Revista Santiago, No. 148, Article No. 148.
[3] Rodríguez Orrego, V. E. (2022, abril 8). Un abuelo de Internet en Cienfuegos (II). 5 septiembre Diario Digital de Cienfuegos. http://www.5septiembre.cu/un-abuelo-de-internet-en-cienfuegos-ii/
[4] El Crepúsculo “Desde Barcelona le preguntaron por el cable. (1883). Santa Isabel de las Lajas, p.4.
[5] Arantave (de), Enrique. Guía telegráfica de la isla de Cuba, Imprenta y Librería de H.E. Heinen, Calle de la Obrapía núm. 11, La Habana, 1871.
[6] Rodríguez Orrego, V. E. (2022, mayo 22). Jesuitas contra Huracanes: El observatorio meteorológico del Colegio Nuestra Señora de Montserrat. 5 septiembre Diario Digital de Cienfuegos. http://www.5septiembre.cu/jesuitas-contra-huracanes-el-observatorio-meteorologico-del-colegio-nuestra-senora-de-montserrat
*Profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos ¨Carlos Rafael Rodríguez¨. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC). (Los datos aparecidos en este artículo son resultado de las investigaciones realizadas por el autor junto al M. Sc. Jorge Luis Padrón Acosta, también profesor de la casa de altos estudios cienfueguera)
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Excelente trabajo de investigación histórica, Cienfuegos siempre ha sido una urbe adelantada, gracias a esta web por compartir y su autor, es muy bueno que las nuevas generaciones conozcan la historia